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Pensar mejor y tomar mejores decisiones

Sesgo de acción: La necesidad compulsiva de actuar

February 16, 2024

Descubre cómo el sesgo de acción impacta nuestras decisiones diarias y nos impulsa a actuar incluso cuando la mejor opción podría ser no hacer nada. Este artículo te guiará a través de ejemplos cotidianos, experimentos interesantes y anécdotas históricas para ayudarte a identificar y superar este sesgo cognitivo. Aprende a pausar, evaluar y tomar decisiones más informadas y equilibradas, aplicando el pensamiento crítico en tu vida cotidiana.

¿Te has encontrado alguna vez ante una situación complicada, sintiendo esa necesidad casi compulsiva de hacer algo, cualquier cosa, para no sentirte inútil? Si la respuesta es sí, bienvenido al club del sesgo de acción.

Muchas veces, la idea de no actuar nos resulta tan incómoda que preferimos tomar cualquier acción solo para evadir esa sensación de inacción. Pero, ¿qué pasa si te digo que esta necesidad puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas y no siempre acertadas?

Una historia para comenzar:

Imagina que estás en un barco que comienza a hundirse. La respuesta inmediata de la mayoría sería hacer algo, lo que sea, para tratar de salvar la situación. Pero hay un pasajero que decide sentarse y pensar. Mientras todos corren de un lado a otro, este pasajero evalúa las opciones, y sólo entonces, con un plan claro, actúa. Irónicamente, a veces, hacer menos pero hacerlo sabiamente, puede ser la clave para un desenlace exitoso.

Este comportamiento nos lleva directo a la pregunta: ¿Cuándo es mejor actuar y cuándo es mejor detenerse y pensar?

¿Qué es el sesgo de acción?

El sesgo de acción es esa inclinación psicológica a hacer algo en situaciones de incertidumbre o estrés, independientemente de si esa acción es una buena idea. Es como si tuviéramos un piloto automático que nos empuja a actuar, aun cuando la mejor opción podría ser, simplemente, esperar.

Ejemplos en la vida cotidiana:

  1. En las inversiones: Muchos inversores venden acciones en pánico ante la primera señal de una caída en el mercado, cuando a veces, mantener la calma y no hacer nada sería la estrategia más acertada.

  2. En el trabajo: Enfrentados a una crisis, algunos líderes pueden tomar decisiones apresuradas solo para demostrar que están haciendo algo, aunque eso no solucione el problema de fondo.

  3. En nuestras relaciones: Tras una discusión, sentir la necesidad de enviar un mensaje o hacer una llamada inmediatamente, sin tomarse el tiempo de pensar claramente en nuestras palabras y emociones.

¿Por qué sucede esto?

La necesidad de actuar está profundamente arraigada en nuestra biología. Desde un punto de vista evolutivo, nuestros antepasados necesitaban reaccionar rápidamente a las amenazas para sobrevivir. Sin embargo, en el mundo moderno, muchas de nuestras "amenazas" no requieren acción inmediata, y de hecho, podrían gestionarse mejor con una pausa y reflexión.

Además, culturalmente, se valora la acción. Se nos enseña desde pequeños que ser proactivo es bueno y que la indecisión o la inacción son signos de debilidad o pereza.

Consecuencias del sesgo de acción:

  • Toma de decisiones impulsiva: Saltar a la acción sin una reflexión adecuada puede llevar a decisiones poco informadas.
  • Costo de oportunidad: Al actuar precipitadamente, podemos perder la oportunidad de esperar por una mejor opción.
  • Estrés y agotamiento: La compulsión a la acción constante puede desgastarnos física y mentalmente.

¿Cómo podemos superarlo?

  1. Reconocer el sesgo: El primer paso es ser consciente de que este sesgo existe y nos afecta.

  2. Pausa activa: Antes de actuar, date un momento para detenerte. Respira. Pregúntate: ¿Es necesario actuar ahora o puedo esperar?

  3. Evalúa las opciones: Considera los pros y contras de tus posibles acciones, así como el costo de la inacción.

  4. Consulta con otros: A veces, hablar con alguien puede darte una perspectiva diferente y más calmada.

  5. Establece un límite de tiempo para decidir: Si la situación lo permite, date un plazo específico para tomar una decisión. A menudo, este tiempo extra permitirá que las emociones se asienten y que la razón tome el mando.

Cerrar con una reflexión provocativa:

Piensa en la última vez que dejaste que el sesgo de acción te llevara por delante. ¿La decisión que tomaste fue la mejor posible? La próxima vez que te enfrentes a una situación que te impulse a actuar de inmediato, recuerda que a veces, hacer una pausa, reflexionar y no hacer nada, puede ser la acción más poderosa de todas.

Y tú, ¿estás listo para darle una oportunidad a la inacción?

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